5 de mayo de 2010

Una declaración [sobre mí]

Es verdad, lo admito:
no sé lo que quiero.
No es que quiera algo secretamente y no me atreva a decirlo, es que directamente no sé qué decir, si me preguntas. Tampoco tengo muy claro lo que no quiero, aunque sí tengo una pequeña lista secreta que no me atrevo a desvelar, porque estas cosas cambian muy rápidamente y quizá según la fuera enumerando se me irían creando dilemas con los que, por otra parte, no quiero enfrentarme.

Quizá es cobarde, puede ser. Pero, ¿qué puedo hacer yo si lo es?
Alguien dirá:
"Pues aclararte un poco, chica"
[El chica dicho con cierto aire madrileño]

A lo que yo contestaría ¿y por qué? ¿Por qué tengo que aclarar algo que está turbio? ¿es que los demás van por la vida sabiendo exactamente
lo que quieren y lo que no?
Para nada. Quien así lo afirme está mintiendo, o es que hace las cosas sin pensar.
Ninguno de los dos es mi caso: ni miento, ni vivo por inercia, así que en cierto modo, admitir mi confusión sería un acto más valiente que cobarde, ¿no?

Decir exactamente lo que pienso, si es que eso se puede hacer, es lo único que podría ofrecer con garantías de certeza, pero no de permanencia. Aun así, formada como estoy por [y en] el silencio, tengo serias dificultades para decir en alto lo que siento, lo que me molesta, lo que me incomoda, lo que me da miedo, lo que no sé, lo que pienso de verdad.

¿Qué cínico, no? Decir primero que no sé lo que quiero y después que no soy capaz de decirlo.
Las palabras con frecuencia se olvidan porque son anécdotas de los pensamientos, que es lo que se recuerda. Quizá por eso me desahogo mejor escribiendo que hablando. Y ahora es cuando viene la pregunta que me libera de todas mis inquietudes: ¿pero soy YO, no?

En verdad, soy así, no debería preocuparme... y además siento que estoy en una fase de mi vida en la que necesito ser yo más que nunca. Yo, con mis confusiones incluidas, con mis virtudes, defectos, y con todas las consecuencias.
Confiar en mí, en mis posibilidades.
Si siempre me dejo SER, me dejo vivir y mostrarme como soy todo será más fácil, tendrá más sentido, las situaciones que se produzcan estarán adaptadas a mí y yo seré más real.

Así que confiaré en mi confusión, y le daré la misma validez que a la claridad:

-¿Tú tienes las ideas claras?
- No... pero lo tengo clarísimo

Lo que sí sé es que quiero que me dejen ser, que no me presionen ni me pongan en situaciones incómodas, que me tengan en cuenta, que no se tomen demasiadas confianzas conmigo, que no den nada por supuesto a raíz de mi silencio.
Que me respeten.

Necesito aire, espacio, tiempo, para poder moverme con fluidez por la vida.
Necesito que me dejen un margen para saber lo que quiero, o para no querer nada...
o para no saberlo.


Mi amiga Soledad
es la que me da serenidad,
es mi amiga íntima:
conoce bien mi intimidad,
es la que sabe la verdad..
la que me da grandes consejos
y me hace madurar...

..es relaciones de cierto tipo de bar,
y suele acompañar a la gente a pasear,
mucha gente se la encuentra en Navidad,
en las residencias de la tercera edad,


pero yo la necesito con más asiduidad
la llamo a cualquier hora en cualquier lugar
en mi casa o por la gran ciudad
para que venga a socorrerme
si no puedo respirar, si necesito desconectar..


22 de abril de 2010

Un fragmento de Todas las Almas

"Todo lo que nos sucede, todo lo que hablamos o nos es relatado, todo cuanto vemos con nuestros propios ojos o sale de nuestra lengua o entra por nuestros oídos, todo aquello a lo que asistimos [y de lo cual, por tanto, somos algo responsables], ha de tener un destinatario fuera de nosotros mismos, y a ese destinatario lo vamos seleccionando en función de lo que acontece o nos dicen o bien decimos nosotros.


Cada cosa deberá contarse a alguien -no siempre al mismo, no necesariamente-, y cada cosa va poniéndose aparte como quien ojea y aparta y va adjudicando futuros regalos una tarde de compras.

Todo debe ser contado una vez al menos, aunque, como había dictaminado Rylands con su autoridad literaria, deba ser contado según los tiempos. O, lo que es lo mismo, en el momento justo y a veces ya nunca más si ese momento justo no se supo reconocer o se dejó pasar deliberadamente. Ese momento se presenta a veces [las más] de manera inmediata, inequívoca y apremiante, pero muchas otras veces se presenta sólo confusamente y al cabo de lustros o de decenios, como sucede con los mayores secretos.

Pero ningún secreto puede ni debe ser guardado siempre para todo el mundo, sino que está obligado a encontrar al menos un destinatario una vez en la vida, una vez en la vida de ese secreto.

Por eso algunas personas reaparecen.

Por eso nos condenamos siempre por lo que decimos. O por lo que nos dicen."



Javier Marías: Todas las Almas.

promesas al aire

Prometo no derrumbarme cuando te vea. Prometo no llorar delante de ti.
Prometo no temblar ante tus ojos. Prometo actuar con naturalidad y sonreír, como si nada.

Prometo no decir que...



[esa promesa sería muy larga]


Prometo no preguntarte demasiado.
Prometo que no nos arrepentiremos,
que no será incómodo,
que nos sentiremos mejor.

Prometo que te costará reconocerme,
y que haré y diré todo lo posible para que veas que no te necesito.
Que no pienso en ti.
Que no te echo de menos.

Prometo que ya está todo olvidado.

Todo esto, lo prometo.



Y después, cuando ya no haya vuelta atrás,
romperé todas mis promesas



...como hiciste tú.

24 de marzo de 2010

juego de palabras

Cuando ya se han ennegrecido las paredes...

[hoy voy a tener un mal día, según Octavio Acebes]

...cuando te percatas por fin de lo que sucede
y sientes que la vida no te da lo que te debe,

... cuando ves perecer todo cuanto obtienes
y sabes que te atreves, pero no quieres ceder
porque si pierdes no puedes retroceder..
...cuando hueles castañas calientes en medio de nieve
y quieres avanzar pero ves que no te mueves

no desesperes...
que, cuando menos te lo esperes

el camino aparece,
donde la hierba ya no crece,
aunque parece a veces que se desvanece..

¡que la vida real pasa mientras tú te compadeces!

y mañana amanece, otra vez
¿qué vas a hacer?

5 de marzo de 2010

Pasiones esculpidas

Coger la guitarra, y cantar
para esas figuras de madera
que, a la luz de las velas, parecen cobrar vida para escuchar
tan atentas que no quieren moverse,
por no romper el encanto
por disfrutar de cada nota
de cada palabra
hechizadas por la melodía y concentradas en la audición,
quietas para siempre y por un momento...




Y pintar un gran lienzo que sirva de escenario,
con paisajes variados, y diferentes calles,
o parques, playas o palacios
para que esos ciegos y aburridos maniquíes
puedan viajar por todo el mundo
sin moverse de su escaparate...






Y escribir un gran discurso,
solemne, dramático, emotivo
para recitárselo con pasión al Moisés de Miguel Ángel
y observar su reacción congelada, de profunda reflexión,
de divagación eterna,
mientras todavía resuena el eco de mi voz.




















Y construir un hogar
con fotos viejas y papel de reciclaje,
con recuerdos y cartón,
que tenga un desván de trastos viejos
y una abuela que dé consejos,
pero sin espejos,
para que mis recortables vivan por fin
la vida que no les dieron
mis lápices de colores.


Y crear un drama,
para actuar como nunca supe
dejarme llevar por mi carácter,
descrito en el guión
bailar, gritar, ponerme una máscara
representar mi mejor papel
para deleitar a aquel caballero de bronce
que me mira desde el pedestal.









Y moldear figuritas de barro,
para que vean lo que he pintado,
para que viajen a los lugares que he creado,
para que escuchen mi canto,
mis delirios, mi poesía, mi llanto..

Y soñar con lo que podré hacer mañana,
descubrir poco a poco de lo que soy capaz,
para así sentirme artista un ratito al día
y quedarme a solas con el mundo
por un instante.

Y regalarme estatuas que,
sin moverse ni conmoverse,
purguen mis inquietudes y fantasías.

23 de febrero de 2010

El secreto

Esperando a que la vela se consuma,
porque me han dicho que esta sensación
antes o después se esfuma,
mientras, guardo mis palabras
en un bote con perfume y luz de luna,
junto a mis secretos, y mis sueños,
que están dentro de mi pluma,
esperando que cambie mi fortuna...


Sigue ahí, en el armario.
Noto su presencia apagada.
¡Shhhh! Es un secreto.
No lo puedo contar, nunca lo sabrá nadie.

Está ahí, encerrado en el altillo de los trastos.
Muerto, como si alguna vez hubiese estado vivo.
Cerré la puerta con una llave que llevo siempre en el bolsillo,
con la esperanza de perderla algún dichoso día,
o dejarla olvidada en algún sitio al que no vuelva jamás.
Para que desaparezca de una vez, como si nunca hubiera existido.

He conseguido olvidarlo a veces, incluso durante días,
entre el ajetreo de la vida cotidiana, haciéndome la despistada
y dejando que mi mente, manteniéndose ocupada,
descansara por fin.

Pero al final siempre vuelve a aparecer, una y otra vez.
Siempre.
Si intento olvidarlo, se me aparece en sueños.
Si intento no pensar en ello, de repente me parece verlo en algún rincón inesperado de la ciudad, como un espejismo cruel. Naturalmente, en seguida me doy cuenta de mi error:
no puede ser,
no puede estar ahí, porque está encerrado en el altillo de mi cuarto.


Y que salga depende de mí, así que nunca saldrá.
Porque es un secreto.

Se quedará para siempre en su cárcel de madera,
mirándome a través de las puertas cerradas
esperando en vano que lo deje salir,
con esa mirada dormida, muerta,
congelada en algún instante remoto,
como la de un muñeco.
Igual de inquietante,
igual de serena.

He intentado escribirlo varias veces,
quizá para honrar su memoria y darle solemne sepultura, por fin
en aquel hueco en blanco que dejé en mi diario,
o quizá para inyectarle un leve soplo de vida, fugaz,
que se transforme en una cicatriz de tinta...

...pero nunca he encontrado las palabras
que le den la vida,
que le den la muerte.

Por eso sé que es un secreto,
porque aunque quisiera, no podría contarlo.
Nunca, a nadie.



Recuerdo el día que conocí la locura...
estaba perdida en las sombras
de una larga noche oscura,
cuando apareció ante mí
su extraña figura,


era pequeña de estatura
pero hablaba con soltura,
y estaba muy segura
de poseer mi cura,


Me miraba con ternura,
como intuyendo una relación futura...
entre la penumbra y la amargura
le dejé cogerme de la cintura
y coser mis heridas
entre palabras de sutura...



Volví a verla años después,
de la mano de la cordura,
se cobijaba en su hermosura,


...pero ambas estaban tiradas
en la basura.

1 de febrero de 2010

Metáfora de un derrumbe

Llevaba días notando algo extraño. Bueno, en realidad no era tan extraño, había imaginado alguna vez que aquello podría pasar, pero como pasa con los sueños, o con los productos de la simple evasión, no le había dado importancia. Aquella ensoñación apocalíptica había pasado casi desapercibida por mi mente, como pasan otras tantas que pertenecen a la pura imaginación, que nunca se piensan en serio.

Ahora me invadía el vértigo sólo de pensar que aquello pudiera ocurrir realmente.


Primero, el silencio.
Ese tipo de silencio que antecede cualquier tragedia,
como el silencio que se produce justo antes de una despedida,
como el silencio que se produce justo antes de un beso.
Ese silencio que, con una oscura perversidad, anuncia la catástrofe.


Después empezaron los sonidos. Ruidos sordos, procedentes de la madera vieja y putrefacta que se queja, de grietas abriéndose en la pared, de los cimientos de un edificio temblando ante una carga que no puede soportar. Sonidos que retumbaban hasta lo más hondo de mi interior, una señal de que ya no había vuelta atrás.


Quizás sí me había dado cuenta de que aquello se me venía encima, pero presa del pánico y la cobardía intentaba actuar como si todo aquello sólo fuera una mala sensación, una mala jugada de mi inconsciente, momentánea y pasajera. Algo sin importancia de lo que reirme más adelante.


Pero el vértigo era real.
Tan real como la punzada que me atravesaba el pecho, como las pulsaciones fuertes y aceleradas que avisan que esta vez sí va en serio,
tan real como el nudo de mi garganta, que no me dejaba tragar saliva, ni tampoco gritar, sólo podía abrir los ojos y observar en silencio cómo iba ocurriendo poco a poco todo aquello que me causaba tanto dolor, que me sobrepasaba. Como una espectadora ante su propia tragedia, que no puede sino callar ante la imperturbabilidad del desastre, que no cede a ruegos ni a llantos.


Y entonces, ocurrió.
Todo empezó a tambalearse, y el temblor se hacía cada vez más intenso
...me descubrí pensando: "...no, no, ...eso no...".
El suelo se quebraba bajo mis pies...
"no, por favor, eso no!"
...los grandes bloques de piedra que habían parecido indestructibles apenas unos meses antes se fracturaban, se desgajaban, y todo lo seguros que me habían parecido en el pasado no era suficiente ya para que se mantuvieran en pie.
..."no, ¡eso no!..."


Todo mi mundo se derrumbó,
conmigo dentro.


Aunque seriamente herida, logré sobrevivir.
Completamente desorientada después del desastre, no sabía si realmente valía la pena seguir con vida. Me encontraba cubierta por entero del polvo que había provocado el derrumbamiento, como una fina y delicada película que permanecía sobre mí, hecha jirones, un negativo parcheado de lo que ya no existía adherido a mi piel.


miraba a mi alrededor...
y sólo veía ruinas.


Y al verlas, podía sentir en mi interior los fantasmas que en ellas habían quedado encerrados, como una parte de mí que, enterrada viva, se encontraba en pleno delirio, a punto de expirar.
Durante un tiempo quise aferrarme a esos fantasmas, intentando, sin saberlo, revivirlos.
Pero el delirio se alargó.
Y aunque lo había visto con mis ojos,
aunque mis pies habían sentido el temblor de la tierra que pisaban,
aunque había caído y me había golpeado gravemente cuando todo se vino abajo,
seguía negándome a creer que realmente todo aquello había sucedido.


Miraba mis fracturas, por todo el cuerpo sangraban mis heridas.
Pero no podía ser.
No podía ser que ya no quedara nada de todo cuanto una vez había construido, aquello que había habitado,
que había formado parte de mí.


Ahora eran sólo ruinas, fantasmas, el recuerdo de lo que fue.
Esa película de polvo que se fundió con mi piel.






¿Reconstrucción?
¿Cómo puedo reconstruir un terreno en el que todavía hay ruinas?
¿Cómo puedo habitar en un lugar que sigue lleno de fantasmas?
La experiencia podría ser, ciertamente, fantasmagórica. Ningún proyecto serio puedo llevar a cabo en este lugar,




aunque, eso sí... me planteo la recalificación.

20 de enero de 2010

Un fragmento de Kafka en la Orilla

A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de dirección intentado evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la muerte antes del amanecer. Y la razón no es que la tormenta venga de lejos y no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú.

Y tú en verdad la atravesarás, claro está. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará la carne como si de 1000 cuchillas se tratase.

Haruki Murakami, Kafka en la orilla.

12 de enero de 2010

¿Qué es arte?

La noche estaba congelada. No sólo por el hielo que empañaba el pavimento, o las pequeñas estalactitas que relucían bajo las terrazas, sino que en aquella callejuela estrecha reinaba un ambiente de silencio y vaho. Iba yo andando de vuelta a casa después de un día largo y duro. Sólo pensaba en llegar al calor del hogar, al sofá y la tele y la evasión que prometen, desconectar de las preocupaciones de la vida cotidiana. Sólo tenía que pasar un bloque, doblar la esquina y cruzar.

Un hombre cerraba el maletero de su coche, una mujer esperaba a alguien fumando un cigarro. Fue entonces, apenas unos pasos después, cuando en mitad de aquella quietud inadvertida lo escuché. Un piano estaba sonando cerca. Tan cerca como la ventana del primer piso bajo la que me encontraba. Un piano, que transmitía la serenidad y la calidez de las manos que lo tocaban.
La melodía era Noche de Paz.



Paré en seco casi sin darme cuenta. Miré alrededor, nadie parecía haberse percatado.
¿Cómo era posible? Escuchar aquel piano anónimo era probáblemente lo más bonito que me había pasado en todo el día, y lo mejor de aquel momento era que había sido completamente inesperado. Como un regalo sin remitente ni destinatario.

Me estremecí, y me dí cuenta de que se me había erizado la piel.
No era el frío, era aquella melodía delicada y transparente.

11 de enero de 2010

Introducción al Mundo Sensible

En el prólogo de un libro sobre mitología del mundo, casi al final, el autor decía lo siguiente:

"Deben leerse estas páginas como se leería una revista de sueños..."
Robert Walter.

Quisiera apropiarme la metáfora para explicar un poco lo que voy a escribir en este blog. Cuando utilizo la palabra sensible, me refiero a todo lo que tiene que ver con la sensibilidad, no ya lo que yo pueda sentir, que aunque sea irrelevante en cierto modo también tendrá su participación, sino que quiero abordar toda esa parte de nosotros que quizá no es la parte lógica o racional, sino que forma parte de ese otro mundo invisible pero que inevitablemente nos posee, lo que no es controlable o mesurable. La imaginación, los sueños, las sensaciones, los recuerdos... también los sentimientos. Todas esas cosas que al escribirlas parecen más poesía que prosa, sin necesidad de estar en verso.

La máquina de sentir es una clara referencia a mi otro blog, cuyo nombre es la máquina de pensar, aunque no es esa su dirección.

Yo no sé si soy más sensible de lo normal. Lo que si sé es que hasta hoy jamás me ha gustado hablar de estas cosas, de hecho crear este blog ha sido algo absolutamente impulsivo, y estoy casi temblando ante la idea de dar salida a esta sensibilidad mía. No sé si esto saldrá bien. Escribiré cosas que quizá no me atreveré a publicar, no porque sean especialmente pasionales o, como se dice por aquí, "fuertes", sino por pura vergüenza, similar a la que se siente al desnudarse delante de alguien que además no siempre se hace visible ante tí.

Precisamente por eso tengo, como buena cobarde, una estrategia: entremezclaré lo que yo escriba con lo que han escrito otros [lo que será reseñado siempre], y daré el mismo tratamiento a lo real y a lo ficticio, amparándome en aquel probervio que dice que cuando el emisor y el receptor es la sensibilidad, da igual si lo que se cuenta está basado en hechos reales o no; para poder así esconder mi desnudez entre otros desnudos, o cubrirlo con un velo confuso. Todo en nombre de una supuesta licencia artística que sólo tú decides darme o no, y hasta dónde llega.

Así pues, saca tus propias conclusiones si así lo deseas, o símplemente déjate llevar por el lenguaje de las metáforas y reflexiona sobre ellas unos segundos, quizá así tus conclusiones puedan ser mucho más personales.

En fin, quiero darte la bienvenida al mundo sensible, e invitarte a que te quedes y disfrutes del paisaje, que te dejes llevar en esta galería de arte en la que lo que se expone son palabras, palabras que hablan de lo que muchas veces no podemos explicar con palabras.

"La palabra es un poderoso soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y totalmente invisible, cumple las acciones más divinas, pues puede hacer cesar el temor, suprimir el dolor, producir alegría y acrecentar la compasión. Y mostraré que esto es así, y es preciso que lo muestre también a la opinión de los que me escuchan. La poesía toda la considero y llamo palabra con metro. A aquellos que la escuchan les sobrecoge un estremecimiento de terror y una compasión llena de lágrimas y un anhelo que se complace en el dolor. Y ante las venturas o desventuras de acciones o personas que le son ajenas, el alma, a través de las palabras, experimenta sentimientos como si fueran suyos. Veamos, que pase yo de un argumento a otro. A través de las palabras nacen hechizos inspirados por los dioses que aportan el placer y apartan el dolor, pues cuando está junto a la opinión del alma, el poder del hechizo la fascina y la persuade y la transforma con su magia."
Gorgias, Elogio a Helena.

Suscribo este texto, pero quiero también darle la vuelta. No sólo las palabras nos hechizan como decía Gorgias, sino que nuestros hechizos, nuestra fascinación interior, puede encontrar salida a través de las palabras, lo que es mucho más fascinante, lo que trataré de hacer.

Sómos máquinas de pensar, pero también somos máquinas de sentir, aunque no tengamos muy claro para qué nos sirve esto. Al fin y al cabo, el concepto de utilitarismo queda fuera del Mundo Sensible.