En esta balsa de madera, infinita,
sobre este mar, contenido y oscilante,
de lágrimas que no pueden ser vistas,
pero acarician la superficie
por un instante.
La tensión se palpa.
La tristeza se torna desgracia.
Hoy no quiero vivir.
No quiero verte, ni decirte.
No quiero deshacerme en palabras
porque ellas serán
quienes se deshagan de mí.
Necesito llorar,
aunque no quiera.
Necesito quebrar esta balsa de madera
para que todo acabe
y las lágrimas, libres,
se vayan todas por el desagüe.
Y que tú nunca llegues a enterarte.
Eso es ser fuerte, me dijo alguien.
Ser fuerte siendo débil,
liberar el lado salvaje.
Sucumbir al oleaje.
Y confiar en un naufragio
que me arrastre
a cualquier otra parte.
11 de noviembre de 2015
12 de agosto de 2015
El fin del mundo o nada en particular
¡Ah, aroma maravilloso de otro lugar! Aquí no
huele así;
pero allí, en alguna parte, sí. Todavía.
ELIZABETH BISHOP
Qué extraños sueños tengo a veces
que me dejan, al día siguiente,
ropa en el suelo
con un olor exótico
a seres de otro lugar, de otro tiempo
seres que quizá nunca existieron
pero estuvieron aquí dentro.
Y un mundo se rompió en medio.
Aspiro ese olor único,
sabiendo que no lo volveré a encontrar
intento memorizarlo
antes de que, definitivamente,
desaparezca el rastro.
Poso la prenda en mi regazo
y miro alrededor
¿Qué ha pasado en mi cuarto
mientras yo dormía?
Busco el principio de un viaje
que acaba de terminar,
y no sé cuánto tiempo
estuve soñando.
¿qué otras cosas
han cambiado?
un susurro tras mi oído
una sensación en mis manos,
una sonrisa dulce,
un corazón acelerado...
Pensar que fue real
es como pensar
en el fin del mundo.
Por eso
confundo mis recuerdos
con un sueño
extrañamente claro
que me traslada
a otra época
tan lejana
tan remota
al otro lado
de mi almohada.
Intentaré recordarlo
por un tiempo
y, cuando me dé por vencida,
cuando descubra que soy incapaz
de mantenerlo intacto
en algún rincón seguro
de mi memoria...
entonces, empezaré a
imaginámerlo:
cómo fue
qué pudo haber pasado
cómo pudo haber sido
aquel universo
inexacto.
Para guardarlo con los demás,
en una caja
donde guardo
las cosas que alguna vez
quizá sucedieron.
3 de enero de 2015
Treinta de diciembre de dos mil catorce
Hoy ha sido el último día
Quizá
me debo acostumbrar
a esta llaga
que me embriaga
y que me asusta...
y volveré a caer,
que he llorado por ti
que he vuelto a decir
esa frase tan repetida:
"Di más oportunidades
de las que se merecía
de las que se merecía
y de las que yo
me podía permitir".
me podía permitir".
Pero viví al día
y me dejé llevar
y me olvidé de conservar
la sangre fría.
Y a veces,
sólo a veces
me creía lo que me decías
sin pensar,
qué dulce,
qué bonita historia parecía.
y me dejé llevar
y me olvidé de conservar
la sangre fría.
Y a veces,
sólo a veces
me creía lo que me decías
sin pensar,
qué dulce,
qué bonita historia parecía.
Pero hoy es el último día
que lloro por ti.
Porque soy más fuerte
de lo que ahora puedo recordar.
Porque la memoria es pasajera
y estoy en un lugar
diferente
pero...
y estoy en un lugar
diferente
pero...
o todo es igual
o todo se parece mucho.
Hoy he vuelto a comprobar
que todo falla,
que el mundo está loco,
que la vida es injusta;
y no importa lo que haga,
lo que piense,
lo que sufra.
Quizá
me debo acostumbrar
a esta llaga
que me embriaga
y que me asusta...
Porque hoy será el último día
que llore por ti
y sé que será difícil
porque quizá te arrepientas
y aparezcas por aquí,
y yo...
yo le daré vueltas,
y yo...
yo le daré vueltas,
y volveré a caer,
y volveré a sufrir,
y escribiré este poema
que nunca
debí
escribir.
debí
escribir.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)