3 de abril de 2017

Amar sufriendo

Es tan difícil
(oh, sí, tan difícil)
estar esperando siempre
un poco más
(y un poco más,
y un poco más...
hoy tampoco es el día,
quizá mañana)
y seguir esperando
a no sentirme tan débil,
tan voluble,
tan dependiente de tus ojos,
de tu sonrisa,
de tu gesto embaucador...,
para ponerme a tu disposición
otra vez
y volver a reír
sin motivos.

Siempre estoy esperando
el tiempo propicio,
la excusa engañosa
para rendirme.

Deseo, sin esperar,
sin creer jamás que vaya a pasar,
que aparezcas una mañana
arrepentido y desarmado
con gesto grave,
realmente consciente
de lo mal que te portaste,
aunque no tenga ensayada la pose
imposible
que te rechace, que te rompa,
que te mereces.

Que te haga reflexionar y
y cambie tu forma de verme:
que me dé valor:
más valiosa
y más valiente.

Y mientras tanto

Es tan tedioso
(¿se puede morir de tedio?)
estar siempre aspirando
a ser más fuerte,
tan mordaz
como una de esas mujeres
de esa raza de mujeres poderosas,
que transforman su dolor
en grandes canciones,
en grandes gestas,
en grandes gestos
de labios pintados e irresistibles
que tanto nos insisten en desear.

Y es tan terrible
sentirse insignificante
(para quien significa tanto).
Y culparme por no ser alguien
que no soy,
Alguien que te deje asombrado,
que tenga el poder de importarte,
con palabras
que se graben en tus oídos
y se conviertan en un relato
de esos que narras de memoria
cuando conoces a alguien nuevo,
temiendo volver a sufrir,
temiendo volver a equivocarte
y perder para siempre a alguien
que merecía la pena.

Es tan agotador
(oh, sí, tan agotador)
estar constantemente cambiando de opinión
para sentirme culpable siempre,
y flagelarme por equivocarme
una y otra vez,
aunque cambie de nombre el error.
Por una cosa y su contraria:
tener siempre la culpa de todo
lo que pasa.
Lo que siempre pasa.
Es tan agotador.

Es tan humillante
estar siempre para ti.
Para ti, que nunca estás,
que tan poco te importo.
Responder siempre a tus llamadas,
más tarde o más temprano;
lo que dure el autoengaño,
lo que dure la ilusión
de haberlo conseguido;
y ofrecer lo que queda de mi corazón
y de mi orgullo
para que los destroces como te plazca,
como en un sacrificio
a cambio de nada.

Es tan ingrato
escribir siempre la misma canción,
llorar siempre el mismo llanto
sufrir tanto por ti,
sea cual sea tu nombre.